Francisco Luciano. |
Santo
Domingo Oeste.- Hasta principio de los años noventa la
comunidad de Herrera contó con un conjunto de espacios que sirvieron como
instalaciones deportivas, permitiendo la ejercitación y socialización de
nuestra juventud.
Estas permitieron la formación de
atletas, entrenadores y anotadores que guardaban celosamente las
estadísticas que indicaban el
rendimiento de nuestros muchachos.
En Buenos Aires, teníamos dos importantes espacios para la
práctica del beisbol, toda una cuadra
dentro de los terrenos que la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD,
cedió en calidad de préstamo a La Hora de Dios, era identificada como el ”Play
de Caliche”, ya que se trataba de un llano hecho por equipos pesados que rasparon una plataforma de caliche blanco.
El otro espacio era el denominado “Play
Rojo” que se encontraba ubicado al final de la bajada de Guajimía, en la calle
México, que eran de propiedad privada y que se
atribuían a la Universidad O y M.
Dos espacios con mejores condiciones se
encontraban en la avenida Isabel Aguiar, el Club del Banco Agrícola y el
Dimargo Country Club, el primero ocupaba
parte de los terrenos donde ahora se encuentra el Hospital Marcelino Vélez y el
otro que estaba donde ahora funciona el
campus de la Universidad Tecnológica de Santo Domingo, UTESA, en estas instalaciones además de béisbol se hacían
prácticas de softbol, de volibol, ping
pong y tenis entre otras.
Teníamos además las escuelas de Karate
del Maestro Walter que funcionaba en las instalaciones del Colegio Nazareth, la
de Alcy Rijo, que operaba en el segundo piso de la casa de su padres en la
calle Siete esquina México, la de John Adrián ubicada en la calle Ocho esquina
Las Carreras, así como la de Juan Gómez (el hijo de Chepe) que practicaba en el
Club 16 de Agosto y más tarde la del más destacado alumno de Juan Gómez,
Nelson, constituyeron espacios donde nuestra juventud encontró disciplina y
buenos ejemplos.
Un conjunto de clubes deportivos y
culturales que funcionaron en Herrera
constituyeron un ejemplo organizacional aglutinador, de alto contenido ético en
la mayoría de sus dirigentes y con una vocación de servicio que aún hoy, a más
de dos décadas de su extinción gravitan en los que fuimos formados bajo los
valores y principios de su égida.
El Club Enriquillo, El Renovación, Los
Conquistadores, El Ivelisse Pérez Cruz,
Los Gigantes de Herrera, El Adecea , La Casa de Cultura y el Club 16 de Agosto,
llenaron una época de oro en beneficio de la comunidad de Herrera y de la
formación de sus jóvenes, promoviendo los intercambios deportivos y culturales,
por vía de las distintas disciplinas dentro de las que sobresalieron el
volibol, el Baloncesto, el beisbol y el boxeo; así como el baile de nuestra
música autóctona, la poesía coreada y el teatro de contenido social.
El
movimiento social, integrado por los denominados Comités de Luchas
Populares y los Consejos de Unidad Popular, se desarticuló cuando desapareció
la coyuntura que les dio origen, aunque en el caso de Herrera tuvo notas
sobresalientes y aún tiene vida y acción la Unión de Vecinos Activos, la UVA,
cuyo liderazgo tuvo la capacidad de transformarse y transcender.
Con el crecimiento de la población producto de la polución demográfica
no planificada, sumado a la supresión de los espacios indicados, Herrera dejó
en el olvido el perfil de una generación que hubo de integrarse a los trabajos
productivos para sostener sus propias vidas, abandonando la práctica altruista
de promover “mente sana en cuerpo sano” y “amistad primero, competencia
después”.
Afortunadamente, estamos ganando un nuevo liderazgo social y comunitario,
crítico y cuestionador, que se viene desarrollando en nuestra localidad y ya
comienza a dar señales de que toma cuerpo y conciencia de que no somos parte de
la capital de la República, que acepta,
admite y comprende que somos una demarcación diferente y que no podemos
sentarnos a esperar que nos caiga “el maná del cielo” o que nos
llegue “el ducado”, porque nadie hará por nosotros lo que es de nuestra exclusiva responsabilidad.
Ese liderazgo social emergente, tenemos
que incentivarlo, apoyarlo y promoverlo, facilitándole las herramientas que le conviertan en un referente ético, que impida que inescrupulosos lo manipule, facilitando
que evolucione de su actual
estado reactivo a un
estado proactivo.
Las jornadas por venir tienen que
enmarcarse en la participación de ese emergente liderazgo social y comunitario,
en la brega por ayudar a construir una
visión que proyecte el municipio que queremos
y necesitamos ser en el mediano y largo plazo.
De manera que lo que perdió Herrera además de sus espacios de deportes y de
recreación, fue a un conjunto de instituciones que labraron la fragua sobre la
cual y por fuerza de las leyes sociales, tendrá que desarrollarse
un espacio con autonomía y
soportado un liderazgo social
proactivo que dará continuidad a la obra formadora iniciada, años atrás, por aquellas organizaciones que se integraron
bajo la premisa de valores como la solidaridad, el respeto, la responsabilidad,
el trabajo y el estudio como fuente de emancipación y crecimiento humano.