Por: Lic. Pedro N. Guzmán
Pedro N. Guzmán. |
Santo
Domingo Oeste.- El Partido Revolucionario Dominicano
(PRD) se encuentra inmerso en una crisis interna por más de dos años y un
cuarto.
Esta inició luego de presentarse los
resultados de su convención interna, celebrada en el mes de marzo del año 2011,
en la que el ingeniero Hipólito Mejía fue declarado vencedor con el 53.30%, de los votos emitidos, sobre
el Ingeniero Miguel Vargas Maldonado, presidente del PRD, quien obtuvo el
46.70% de los votos emitidos.
En todo ese tiempo que lleva la crisis
el partido de los blancos no ha sido capaz de pasar a la sala del diálogo para
luego pasar a la mesa de la negociación, y digo negociación, porque esta es la
única herramienta eficaz para dirimir conflictos.
No nos olvidemos de que los conflictos
en el PRD no son por aspectos ideológicos, sino más bien por aspectos de
intereses particulares.
En el PRD, la lucha interna se da por la
hegemonía y el control de los organismos, entre dos partes; una que, en su
momento, supo renacer prácticamente de sus cenizas políticas para emerger como
candidato presidencial encarnado los anhelos acumulados de una base partidaria,
históricamente desdeñada y maltratada y otra que ha pretendido convertir al PRD
en un partido-corporación a su talla ideal, tratando los asuntos del partido de
forma autocrática, desconociendo a los organismos internos del partido e
irrespetando a miembros emblemáticos del PRD. Además de que maneja el partido
como un botín del cual reparte porciones entre sus más leales acólitos.
En todo este proceso de crisis,
podríamos identificar varios culpables por no llegar a una salida
satisfactoria: en primer lugar, a la
cúpula del partido por prolongar tanto tiempo esta absurda batalla y no arribar
a acuerdos satisfactorios para todas las partes (ganar-ganar), en segundo
lugar, al estado dominicano al jugar un papel tan poco democrático favoreciendo
siempre a una de las partes, a través de las instancias electorales superiores
y, finalmente, las bases del PRD por no empoderarse del proceso y no separarse
definitivamente de ambos polos conflictivos.
Los militantes del PRD deben aprender a
diferenciar entre lo legal y lo legitimo, ya que se puede suponer que lo
institucional es lo legitimo, pero, citando a Juan Pablo Duarte, padre de la
patria: “Toda autoridad que no actúa con arreglo a la ley es ilegítima y, por
tanto, no tiene derecho alguno a gobernar, ni se está en obligación a
obedecerla”. Por su parte, San Agustín enseñó: “una ley injusta no es ley en
absoluto”.
Esto último no es una llamada a la
anarquía ni tampoco a la desobediencia,
sino más bien un llamado a la
reflexión. El PRD necesita de un liderazgo innovador, capaz de cambiar la
imagen actual del partido, un liderazgo capaz de concertar dentro y fuera del
partido, pero, sobre todo, un liderazgo sensible a las necesidades de su
pueblo, un liderazgo que procure el desarrollo institucional y el individual de
todos y cada uno de los militantes, en definitiva, un liderazgo incluyente y
pluralista que ponga a ese instrumento de la democracia en capacidad de jugar
su rol en esta sociedad para contribuir al equilibrio y mantener la
gobernabilidad que tanto necesita esta República Dominicana.