Por Francisco Luciano
Santo
Domingo.- Dada la incomprensión demostrada en la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos,
frente a la problemática que se vive en la República Dominicana con los
migrantes haitianos y sus descendientes, la sociedad dominicana y sus
gobernantes tendrán que evaluar la conveniencia de retirar su membrecía de dicho organismo.
En todas las demandas incoadas ante la
CIDH contra la República Dominicana, nuestra imagen ha salido maltrecha, pues
casi siempre las mismas son acogidas con la constante campaña que nos proyecta
como un país xenófobo que maltrata,
discrimina, veja y expulsa de manera arbitraria a los nacionales del hermanos
país, lo cual no es cierto.
La CIDH
ha llegado al extremo de emitir una sentencia que desconoce el derecho de soberanía del Estado
Dominicano, cuando prácticamente le
ordena cambiar su Constitución Política para sustituirla por una que reconozca el derecho a la nacionalidad
dominicana a personas que siendo hijas de extranjeros ilegales nacieron en
territorio dominicano, obviando las razones históricas de como obtuvo la nación
dominicana su independencia nacional y los enfrentamientos de toda índole para
echar a nuestros vecinos del territorio que hoy poseemos.
En
esa corte no se reconoce la inversión
que hace el Estado Dominicano para ayudar a la población haitiana a
mitigar sus necesidades de salud, de educación y de falta ingresos. Por
cualquier hecho, real o supuesto que se estime pueda perjudicar a un nacional
haitiano es sometida y acogida una petición de condena contra la patria de
Duarte y Luperón.
La última decisión de la CIDH me lleva a
reiterar el criterio de que dada la realidad que vivimos frente a la nación
haitiana que padece miseria extrema y teniendo al lado a nuestro país que tiene
mejores condiciones de vida y una frontera
prácticamente virtual, siempre decidirá migrar hacia nuestro territorio porque
sus otras opciones son morirse de hambre en Haití o convertirse en alimento de
los tiburones en el canal del viento, a la República Dominicana no le queda
otro camino que no sea desafiliarse de la CIDH para poder lidiar con esta
situación sin las presiones e incomprensiones
a dicha corte le somete por nimiedades, si se toma en cuenta el alto
costo que a nuestra economía cuesta dicha migración.
Habrá quienes argumenten sobre las
consecuencias de no pertenecer a un
organismo de integración tan importante, a esos les digo por adelantado que
Canadá, Cuba, Estados Unidos y Venezuela
no son miembros de la CIDH y esos pueblos no han perdido ni su
independencia ni la libertad de sus países.
La República Dominicana tiene que
continuar su dialogo bilateral en la mayor armonía con la República de Haití y
avanzar en el proceso de regularización de los extranjeros residentes en
condiciones de ilegales; pero también debe frenar en seco la migración ilegal
hacia su territorio a los fines de evitar que continúe el éxodo sin control.
El autor es catedrático universitario y
dirigente del PTD