Por: Andrés Travieso*
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Andrés Travieso. |
Santo
Domingo Oeste.- Pecar es violar, transgredir,
infringir, quebrantar, desobedecer, inobservar e ignorar una ley, estatuto,
precepto, mandamiento o norma.
La violación de una ley genera un
perjuicio a la víctima que bien puede ser una persona, un grupo o conglomerado
de personas. Pero no solo la víctima es perjudicado por una transgresión a la
norma, pues, el victimario o transgresor, también, sufre daños emocionales o
económicos.
Pese a que las consecuencias, a la
inobservancia a un precepto, son lamentables, que todos estamos expuesto a
cometer, en momento determinado, actos violatorios a las normas establecidas
por la autoridad divina.
Con toda propiedad, el ilustre abogado
penalista César Beccaria declaró que no hay ciudadano, por más honorable que
sea, que no cometa un delito en algún momento de su vida.
En ese sentido el sabio Salomón proclamó
que no hay hombre justo en la tierra que nunca peque. Pecar es de humano.
Ahora bien, debemos plantearnos las
siguientes interrogantes, ¿Cuál es la actitud de Dios frente al pecado de los
hombres?, ¿tolera el Creador la desobediencia?, ¿cuál es la opinión del
Todopoderoso cuando sus súbditos-los hombres- pecan?
La Biblia expresa que toda transgresión
es pecado. Y que, por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de
Dios. Violar la ley del Creador es pecado. Pecar es constituirse en enemigo de
Dios. Desobedecer sus preceptos lesiona la amistad, la filiación con nuestro
padre celestial.
¿Los homicidios, atracos, robos, la
prostitución, la sexualidad desviada, la corrupción y otros delitos que
amenazan la integridad y el sostenimiento de la República, y de toda la
humanidad, son consecuencias de la inobservancia a los mandatos del Padre
Celestial?
¿Qué esperanza hay para un quebrantador,
voluntario o involuntario, de la Palabra de Dios?
Admirable y loable es el propósito del
Hacedor que no quiere que nadie se pierda. Por lo que, creó un plan para que
todos los transgresores, que lo deseen, se acerquen al trono divino, el
ministerio de Abogado gratuito. La Biblia señala: “si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el padre, a Jesucristo, el justo”.
El vocablo abogado -dice el doctor
Alejandro Sócrates del Orbe- viene de una voz latina Avocat, que significa ‘ven
ayúdame’. Esa es la misión de Jesús, socorrer a aquellos que le invoquen. Jesús
es el único que ha recibido las credenciales para abogar por los humanos que,
como fruto de un pecado, están distantes del Padre Celestial.
Jesús es un buen abogado, es confiable,
mediador, amigo, justo, sensible, conciliador, leal, impoluto, perseverante,
atento y, sobre todo, amado y respetado por el Juez Divino.
No tenemos otro abogado, ni tampoco es
necesario, ante el Padre. Jesucristo es, y seguirá siendo nuestro abogado.
*El autor es director de la Fundación
Voluntad Educativa de Buenos Aires de Herrera.