Por Raúl Germán B.
@raulredaccion
Pámal Pérez y Juan Apolinar Rodríguez. |
Manoguayabo.-
El lunes 5 de agosto de 2013 fue un día inolvidable para los vecinos de
Manoguayabo, en especial para doña Nena, madre del hoy muerto Pámel Pérez.
La noticia de que un joven empresario
había muerto por una discusión por una ‘planta’ eléctrica y deudas se expandió
como pólvora en el municipio y todo el país.
Pero las cosas que casi nadie dijo fue
que este horrendo crimen pudo evitarse y que Juan Apolinar Rodríguez, el
matador, no era la ‘mansa ovejita’ que muchos quisieron pintar.
Ese funesto día Apolinar Rodríguez
andaba con ‘Solín’, un hombre residente en San Miguel, pero con muchas familias
en Manoguayabo, como casi todos.
‘Solín’ relata que Apolinar Rodríguez
llegó al negocio de Pámel Pérez con una grúa para llevarse una planta y varios
congeladores. Al principio, todo se haría de esa forma: Pámel entregaría todo
sin problemas.
De un momento a otro, Pérez cierra las
puertas del negocio y huye por la parte de atrás, según las versiones de
‘Solín’. Ante ello, Apolinar Rodríguez viola la puerta del negocio y la abre.
Un socio y familiar de Pámel llega y, al
ver esto, llama a Pámel para enterarlo del hecho. Cuando Pámel regresa,
aparentemente, también, su celular estaba destruido.
Ante estas acciones, Pámel se molesta y
le dice ‘dos o tres cosas’ a Apolinar
Rodríguez, quien cargaba su pistola en la cintura (¿alguien sabe para qué?).
Mientras esto sucedía, a plena luz del
día y ante la mirada burlona de algunos, la conversación se acaloró a tal punto
que Pámel expresó que Apolinar Rodríguez no iba a sacar nada y que tenía que
pagarle su celular.
Entre palabras y palabras, y ‘Solín’
tratando de apaciguar las discusiones, Apolinar Rodríguez sacó su pistola y,
ante un Pámel desarmado, le disparó en el pecho.
Pámel reaccionó, ya moribundo y caminó
hacia dentro del local, y, sin piedad, Apolinar Rodríguez le disparó de nuevo,
como a manera de asegurar su ‘trabajo’.
Luego emprenden la huida, y la Policía
los persigue, a Apolinar Rodríguez y ‘Solín’ hasta la entrada de San Miguel.
Allí, en el almacén de Papo, Apolinar
Rodríguez toma por rehén a la esposa de Papo, no sin antes haberle disparado a
la Policía en varias oportunidades.
Estando allí dentro, según los testigos,
aseguraba que él no duraría mucho tiempo preso, porque tiene familiares muy
influyentes.
Bueno, la intención de este escrito no
es hacer muy largo este episodio traumático en la vida de la comunidad de Manoguayabo,
sino de que haya una reflexión sobre este vil asesinato.
Después de leer este relato, llegamos a
la conclusión de que Juan Apolinar Rodríguez era un tipo con un potencial de
asesino, escudado bajo una personalidad de un bonachón que les daba sus ‘par de
pesos’ a los ‘tigueres’ del barrio, que era muy buena gente y de trato afable.
Dispararle a un ciudadano desarmado y
luego rematarlo no son acciones que las comete un hombre pacífico.
Y da mucha pena que los testigos de este
hecho se quedaron ‘igualitos’, como siendo cómplices de este abuso, el cual quedará
marcado por siempre en las mentes y corazones de los familiares y amigos de
Pámel Pérez.
Que el olvido no sea la estela de este
hecho, la población debe reclamar, junto con los familiares, para que este
monstruo reciba una condena máxima, ya que no fue a un perro que mató, fue a un
ser humano que, ante él, estaba indefenso.