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martes, 4 de febrero de 2014

Por Raúl Germán B.
@raulredaccion

Pámal Pérez y Juan Apolinar Rodríguez.
Manoguayabo.- El lunes 5 de agosto de 2013 fue un día inolvidable para los vecinos de Manoguayabo, en especial para doña Nena, madre del hoy muerto Pámel Pérez.

La noticia de que un joven empresario había muerto por una discusión por una ‘planta’ eléctrica y deudas se expandió como pólvora en el municipio y todo el país.

Pero las cosas que casi nadie dijo fue que este horrendo crimen pudo evitarse y que Juan Apolinar Rodríguez, el matador, no era la ‘mansa ovejita’ que muchos quisieron pintar.

Ese funesto día Apolinar Rodríguez andaba con ‘Solín’, un hombre residente en San Miguel, pero con muchas familias en Manoguayabo, como casi todos.

‘Solín’ relata que Apolinar Rodríguez llegó al negocio de Pámel Pérez con una grúa para llevarse una planta y varios congeladores. Al principio, todo se haría de esa forma: Pámel entregaría todo sin problemas.

De un momento a otro, Pérez cierra las puertas del negocio y huye por la parte de atrás, según las versiones de ‘Solín’. Ante ello, Apolinar Rodríguez viola la puerta del negocio y la abre.

Un socio y familiar de Pámel llega y, al ver esto, llama a Pámel para enterarlo del hecho. Cuando Pámel regresa, aparentemente, también, su celular estaba destruido.

Ante estas acciones, Pámel se molesta y le dice ‘dos o tres cosas’ a  Apolinar Rodríguez, quien cargaba su pistola en la cintura (¿alguien sabe para qué?).

Mientras esto sucedía, a plena luz del día y ante la mirada burlona de algunos, la conversación se acaloró a tal punto que Pámel expresó que Apolinar Rodríguez no iba a sacar nada y que tenía que pagarle su celular.

Entre palabras y palabras, y ‘Solín’ tratando de apaciguar las discusiones, Apolinar Rodríguez sacó su pistola y, ante un Pámel desarmado, le disparó en el pecho.

Pámel reaccionó, ya moribundo y caminó hacia dentro del local, y, sin piedad, Apolinar Rodríguez le disparó de nuevo, como a manera de asegurar su ‘trabajo’.

Luego emprenden la huida, y la Policía los persigue, a Apolinar Rodríguez y ‘Solín’ hasta la entrada de San Miguel.

Allí, en el almacén de Papo, Apolinar Rodríguez toma por rehén a la esposa de Papo, no sin antes haberle disparado a la Policía en varias oportunidades.

Estando allí dentro, según los testigos, aseguraba que él no duraría mucho tiempo preso, porque tiene familiares muy influyentes.

Bueno, la intención de este escrito no es hacer muy largo este episodio traumático en la vida de la comunidad de Manoguayabo, sino de que haya una reflexión sobre este vil asesinato.

Después de leer este relato, llegamos a la conclusión de que Juan Apolinar Rodríguez era un tipo con un potencial de asesino, escudado bajo una personalidad de un bonachón que les daba sus ‘par de pesos’ a los ‘tigueres’ del barrio, que era muy buena gente y de trato afable.

Dispararle a un ciudadano desarmado y luego rematarlo no son acciones que las comete un hombre pacífico.

Y da mucha pena que los testigos de este hecho se quedaron ‘igualitos’, como siendo cómplices de este abuso, el cual quedará marcado por siempre en las mentes y corazones de los familiares y amigos de Pámel Pérez.

Que el olvido no sea la estela de este hecho, la población debe reclamar, junto con los familiares, para que este monstruo reciba una condena máxima, ya que no fue a un perro que mató, fue a un ser humano que, ante él, estaba indefenso.


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