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jueves, 4 de abril de 2013


Por Juan Terrero Pérez*

Martin Luther King.
Santo Domingo Oeste.- El 4 de abril de 1968 Martin Luther King fue muerto en un hotel de Memphis por un hombre que burló la vigilancia de los 42 policías a quienes se había confiado la tarea de proteger al “Gran Clérigo”.

El “tambor mayor” no estaría más al frente de los suyos. Lo sepultaron en un cementerio rural de Georgia, y en el epitafio de su tumba fueron grabadas las palabras de un himno espiritual.

“¡Soy libre al fin! ¡Soy libre al fin! Dad gracias a Dios omnipotente porque soy libre al fin”. Este 4 de abril de 2013 se cumplen 45 años de su muerte.

La historia registra que Martin Luther King adquirió notoriedad cuando dirigió una protesta sin precedente en la ciudad estadounidense de Montgomery, Alabama, una urbe de blancos racistas y negros humillados.

Sucedió que a raíz del arresto de la señora Rosa Parks, apresada al negarse a ceder su asiento en un autobús a un pasajero blanco, la población negra boicoteó el servicio público de transporte para rechazar las prácticas segregacionistas que en ese Estado de la unión americana se aplicaba desde 1890.

Se destaca que por primera vez en la vida republicana de los Estados Unidos un grupo discriminado empleaba masivamente la acción directa no violenta contra leyes injustas. Empezó así una larga marcha de los oprimidos hacia la liberación, marcha en la cual el predicador Luther King haría las veces de guía y maestro de su pueblo. “Decid que yo era un tambor mayor”, reclamó el propio King en un sermón pronunciado poco antes de su muerte.

Tratadistas consideran que cuando Martin Luther King vino al mundo, el 15 de enero de 1929, los negros de los Estados Unidos no tenían muchas razones para sentirse libres e iguales. Aunque la esclavitud había sido abolida en 1864, los descendientes de los esclavos afroamericanos eran todavía oprimidos por un sistema ideológico y social que se basaba en la teoría de la inferioridad racial del hombre de color.

Tal sistema regía, incluso, en la esfera  del derecho: la jurisprudencia del Tribunal Supremo apoyaba  descaradamente la aplicación  del principio separado pero iguales, una versión norteamericana del Apartheid que desde el Siglo 19 segregaba la población negra en escuelas, hoteles, teatros, autobuses, cafeterías, universidades y cementerios.

Además de la segregación racial, otras muchas injusticias se abatían sobre los negros estadounidenses, a los cuales les negaban  el derecho al voto, la igualdad de oportunidades, el acceso democrático a las funciones públicas, el juzgamiento imparcial y el disfrute de una vivienda digna.

Se agrega que el linchamiento aun servía de método de ejecución extrajudicial, aunque el registro anual de afroamericanos linchados ya no era de 235, según los datos de 1892, y en el Sur continuaba ardiendo las noches, la cruz amenazadora del Ku Klux Klan. Las leyes y las costumbres seguían estando inspiradas por el racismo, ese dogma pagano mediante el cual, en palabras de Ruth Benedict, un grupo étnico es hereditariamente condenado a ser inferior.

King era miembro de una devota familia bautista, (protestantes separatistas que en el siglo 17 poblaron la colonia norteamericana de Rhode Island), y siguió los pasos de su padres y abuelo en el ministerio pastoral. Se dice que en 1955 ya era pastor de una congregación de Montgomery y allí se hizo figura notoria cuando dirigió la protesta sin precedente de referencia.

Se añade que King había descubierto la doctrina de la no violencia mientras estudiaba teología en el seminario Grozer y en la Universidad de Chicago y que en sus años juveniles leyó a Lactancia, La Boétie, a Menno Simonis, Tolstoi, William Penn y a Gandhi. De este último, le atrajeron especialmente ciertos medios de resistencia inerme; la no cooperación, la desobediencia civil, y la satyagraha, que excluían todo empleo de la fuerza física con intención dañina.

Dicen que al poner estos medios en práctica, primero en Alabama y después en todo el Sur, King se enfrentó al segregacionismo y a sus agentes con una forma de acción política que buscaba convencer para vencer.

Elegido en 1957 como dirigente máximo de la Southem Chistían Leadership Conference, King tuvo muchas oportunidades de mostrar la firmeza y el arraigo de sus convicciones.

Atentados, arrestos ilegales y procaces calumnias, jamás lograron hacerle romper su compromiso con la no violencia.

Durante 13 años guió a los afroamericanos por el camino de sus reivindicaciones, sin apartarse de lo que él consideraba el mejor y más sano medio para alcanzar la libertad, la justicia y la paz.

Con el pastor Luther King a la cabeza, los negros norteamericanos se organizaron en un gigantesco y eficaz movimiento por los derechos civiles, caracterizado, según sostiene Rhoda Lois Blumberg, por la protesta no violenta a escala masiva.

Entre injurias, golpes, ataques con explosivos, advertencias amenazadoras, disparos y toda suerte de represalias económicas y laborales, los activistas de la libertad marcharon por todo los Estados Unidos entonando el Weshall overcome: ¡Venceremos! ¡Venceremos! Algún día/ ¡Oh, en los más hondo de mi corazón creo/ que venceremos algún día…!

Este 4 de abril se cumplieron 45 años  de la desaparición física de este gran hombre de la humanidad, pero sus obras perduran por los siglos de los siglos. Amén.

*Juan Terrero Pérez es periodista de Manoguayabo.
   
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