Por Alberto Quezada*
Santo
Domingo.- Es increíble cómo
sectores políticos, sociales, económicos
y mediáticos de la sociedad
dominicana han puesto de manifiesto en los últimos dos años los sentimientos
más bajos y degradantes hacia una figura política y expresidente de República.
Creo que en el contexto del sistema democrático
dominicano, después de Joaquín Balaguer,
el profesor Juan Bosch y el doctor José
Francisco Peña Gómez, nadie ha sido tan difamado, irrespetado y calumniado como el expresidente Leonel Antonio Fernández Reyna. ¡Dios mío!
Es insólito ver y escuchar cómo, desde diferentes trincheras,
espacios políticos y colectivos de la sociedad civil nacional e internacional salen con frecuencia los ataques más feroces, despiadados,
insólitos e interesados hacia la figura
del exjefe de Estado dominicano, del partido de la estrella amarilla.
Al parecer, esos sectores no le perdonan
al político dominicano del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que haya ganado,
de manera democrática, tres
periodos presidenciales con más de un 50 por ciento, todos en primera vuelta.
O quizás será que esos mismos sectores que le salen como jauría le duele en
lo más profundo que ese joven político
insular haya alcanzado, sobre la base de su talento, capacidad
política y dedicación un espacio
privilegiado de liderazgo en el ámbito nacional, regional y global.
Me resisto a creer, que esos mismos
intereses todavía no le hayan perdonado
al doctor Fernández la aprobación de la propuesta que le hiciera a la Organización de las Naciones Unidas contra la especulación en los mercados de
futuro de los alimentos y el petróleo.
Pero a pesar de todos esos improperios, infamias, calumnias,
irrespetos y difamaciones hacia la figura política e intelectual del doctor
Fernández Reyna, su figura lo que hace es que
se agiganta, crece y vuela como solo lo hacen los grandes gladiadores de
su estirpe.
Su obra material está ahí, su
contribución al engrandecimiento espiritual del pueblo dominicano aún
permanece, sus realizaciones son evidentes, sus vuelos y sus luces son
superiores a los de la recua criolla. Pero que va, no le perdonan.
No quiero erigirme, en este momento,
como un defensor rabioso de Leonel Fernández, él no lo necesita. ¿Quién soy yo
para defenderlo?, pero estoy en el deber de hacerlo porque lo creo de justicia,
porque no se puede permitir que bajezas humanas, como el odio, la simulación,
resentimiento y la intriga se erijan como instrumentos de lucha política en la
República Dominicana en pleno siglo XXI.
Quiero que quede claro que el expresidente
Leonel Fernández, en sus diferentes periodos de gobiernos, cometió errores, así
como también logró grandes cosas, pero es una canallada pretender aniquilarlo
políticamente de la forma más rastrera.
*Alberto
Quezada es periodista.
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