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lunes, 29 de octubre de 2018


Santo Domingo.- Tomemos uno de los estudios pioneros en el campo interdisciplinario de la neurología de la literatura: en 2011, la revista Science publicó los resultados de un estudio que en el que se demostró que la lectura de obras de ficción puede mejorar la habilidad para comprender los estados mentales de otras personas.

David Comer Kidd y Emanuele Castano de la New School for Social Research de Nueva York, evaluaron la capacidad de 1,000 participantes para reconocer el estado emocional de otras personas luego de leer fragmentos de obras de ficción y de no-ficción.

Algunos leyeron pasajes de Chéjov y otros leyeron fragmentos periodísticos. Después, los investigadores midieron qué tan capaces eran los lectores de identificar las emociones de una serie de rostros. El resultado fue que aquellos que leyeron ficción evaluaron mejor los estados de ánimo presentes en las imágenes que quienes leyeron otro tipo de textos.

Los investigadores demostraron que leer ficción promueve la empatía, que es la capacidad de ponernos en los zapatos de los demás. Según Kidd:

Lo que hacen los grandes escritores es convertirte a ti en el escritor. En la ficción literaria, la incompletud de los personajes provoca que tu mente trate de comprender la mente de otros.

El poeta Arthur Rimbaud escribió que “Yo es otro”, y al menos en el caso de la lectura, esta investigación demostró que nuestro yo-lector puede entender mejor el mundo de los otros –un mundo radicalmente distinto, con el que incluso podemos no estar de acuerdo del todo–, haciendo que nuestro cerebro sienta como si fuéramos otros.

Las palabras crean efectos “físicos” en el cerebro.-

Una investigación española, publicada en NeuroImage, mostró los efectos que tenían ciertas palabras en el cerebro de los participantes. En mediciones con resonancias magnéticas, los científicos notaron que al observar palabras como “perfume” y “café”, la actividad de la corteza primaria olfativa aumentaba. De manera interesante, al leer palabras como “silla” o “llave”, esta zona no se activó.

La corteza primaria olfativa es una serie de zonas del cerebro entre las que se cuenta la amígdala, que es el repositorio de nuestros recuerdos más antiguos, muchos de ellos vinculados con el olfato. En uno de los pasajes más famosos de la literatura, el narrador de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust experimenta un súbito recuerdo de infancia (que desencadenará un largo viaje por su memoria) al probar un trozo de magdalena, cuyo sabor lo hizo transportarse de manera sensorial en el tiempo.

Esta investigación sugiere que el acto de leer ciertas palabras produce los efectos sensoriales asociados a esas palabras: al leer “café” o “ajo”, nuestro cerebro recuerda inconscientemente el sabor y el olor (ya sea que nos produzca placer o desagrado), y esto es especialmente evidente en el uso de metáforas.

En otro estudio de la Universidad Emory se demostró que al leer algunas figuras de dicción como “un día pesado”, la corteza sensorial se activa. Al leer una metáfora que involucra una textura, como “La cantante tenía una voz de terciopelo”, la actividad de la corteza sensorial de los participantes aumentaba. En otras palabras, nuestro cerebro es capaz de leer figuras retóricas de manera casi literal, al menos desde un punto de vista sensorial, provocándonos poderosas emociones asociadas a las palabras que leemos.

Leer aumenta el tamaño de tu cerebro.-

Puede parecer una broma, pero un estudio de la Universidad Carnegie Mellon demostró que la lectura literalmente puede hacer que la materia blanca del cerebro crezca. Los investigadores analizaron los cerebros de 72 niños de entre 8 y 10 años, y encontraron que la terapia cognitiva para mejorar habilidades de lectura promovió un aumento de la calidad y cantidad de materia blanca, el tejido que permite la comunicación entre distintas zonas del cerebro.

Las implicaciones de este descubrimiento podrían ayudar a tratar el espectro autista al incrementar los niveles de comunicación del cerebro consigo mismo, conectando zonas y promoviendo un mejor aprendizaje; además de mejorar el rendimiento de los niños en edad escolar, el cual se ha visto disminuido por el auge de las pantallas y dispositivos electrónicos en los últimos años.

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