Santo Domingo.- Tomemos
uno de los estudios pioneros en el campo interdisciplinario de la neurología de
la literatura: en 2011, la revista Science publicó los resultados de un estudio
que en el que se demostró que la lectura de obras de ficción puede mejorar la
habilidad para comprender los estados mentales de otras personas.
David
Comer Kidd y Emanuele Castano de la New School for Social Research de Nueva
York, evaluaron la capacidad de 1,000 participantes para reconocer el estado
emocional de otras personas luego de leer fragmentos de obras de ficción y de
no-ficción.
Algunos
leyeron pasajes de Chéjov y otros leyeron fragmentos periodísticos. Después,
los investigadores midieron qué tan capaces eran los lectores de identificar
las emociones de una serie de rostros. El resultado fue que aquellos que
leyeron ficción evaluaron mejor los estados de ánimo presentes en las imágenes
que quienes leyeron otro tipo de textos.
Los
investigadores demostraron que leer ficción promueve la empatía, que es la
capacidad de ponernos en los zapatos de los demás. Según Kidd:
Lo
que hacen los grandes escritores es convertirte a ti en el escritor. En la
ficción literaria, la incompletud de los personajes provoca que tu mente trate
de comprender la mente de otros.
El
poeta Arthur Rimbaud escribió que “Yo es otro”, y al menos en el caso de la
lectura, esta investigación demostró que nuestro yo-lector puede entender mejor
el mundo de los otros –un mundo radicalmente distinto, con el que incluso
podemos no estar de acuerdo del todo–, haciendo que nuestro cerebro sienta como
si fuéramos otros.
Las palabras crean efectos “físicos”
en el cerebro.-
Una
investigación española, publicada en NeuroImage, mostró los efectos que tenían
ciertas palabras en el cerebro de los participantes. En mediciones con
resonancias magnéticas, los científicos notaron que al observar palabras como
“perfume” y “café”, la actividad de la corteza primaria olfativa aumentaba. De
manera interesante, al leer palabras como “silla” o “llave”, esta zona no se
activó.
La
corteza primaria olfativa es una serie de zonas del cerebro entre las que se
cuenta la amígdala, que es el repositorio de nuestros recuerdos más antiguos,
muchos de ellos vinculados con el olfato. En uno de los pasajes más famosos de
la literatura, el narrador de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust
experimenta un súbito recuerdo de infancia (que desencadenará un largo viaje
por su memoria) al probar un trozo de magdalena, cuyo sabor lo hizo
transportarse de manera sensorial en el tiempo.
Esta
investigación sugiere que el acto de leer ciertas palabras produce los efectos
sensoriales asociados a esas palabras: al leer “café” o “ajo”, nuestro cerebro
recuerda inconscientemente el sabor y el olor (ya sea que nos produzca placer o
desagrado), y esto es especialmente evidente en el uso de metáforas.
En
otro estudio de la Universidad Emory se demostró que al leer algunas figuras de
dicción como “un día pesado”, la corteza sensorial se activa. Al leer una
metáfora que involucra una textura, como “La cantante tenía una voz de
terciopelo”, la actividad de la corteza sensorial de los participantes
aumentaba. En otras palabras, nuestro cerebro es capaz de leer figuras
retóricas de manera casi literal, al menos desde un punto de vista sensorial,
provocándonos poderosas emociones asociadas a las palabras que leemos.
Leer aumenta el tamaño de tu cerebro.-
Puede
parecer una broma, pero un estudio de la Universidad Carnegie Mellon demostró
que la lectura literalmente puede hacer que la materia blanca del cerebro
crezca. Los investigadores analizaron los cerebros de 72 niños de entre 8 y 10
años, y encontraron que la terapia cognitiva para mejorar habilidades de
lectura promovió un aumento de la calidad y cantidad de materia blanca, el
tejido que permite la comunicación entre distintas zonas del cerebro.
Las
implicaciones de este descubrimiento podrían ayudar a tratar el espectro
autista al incrementar los niveles de comunicación del cerebro consigo mismo,
conectando zonas y promoviendo un mejor aprendizaje; además de mejorar el
rendimiento de los niños en edad escolar, el cual se ha visto disminuido por el
auge de las pantallas y dispositivos electrónicos en los últimos años.
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